miércoles, 17 de marzo de 2010

Brutal despertar.

Esa madrugada del 27 de febrero del 2010 cambió mi vida. Un ruido ensordecedor y movimientos brutales hicieron que casi todo Chile dejara atrás sueños y descanso para enfrentarse a una horrible realidad, que quién no ha vivido la experiencia de un terremoto ni siquiera puede imaginar.

Las violentas sacudidas me sacaron de la cama y era imposible mantenerme en pie. La casa se movía a los caprichos de una naturaleza que demostraba ser ama y señora de la vida y nada, absolutamente nada, podía detener su ferocidad. Un solo pensamiento era posible reconocer: ESCAPAR. Y sin duda eso es lo que todos tratamos de hacer aquel día.

Recuerdo que grité y grité a mi familia mientras trataba de mantener el equilibrio y encontrar mis zapatos pues sabía que en el suelo había vidrios y objetos cortantes. Era necesario huir. Aquella sacudida seguía y seguía y sin duda todos sabíamos que era un gran terremoto. La ventana de mi habitación se rompió y cayó al exterior. Son muchos los pensamientos que se agolparon mientras ayudaba a mi familia a bajar la escalera y en la oscuridad tratar de hacerse paso entre las cosas que estaban esparcidas en el suelo. Encontré una vela y una caja de fósforos y la encendí pero en unos segundos se apagó. El celular – pensé – tiene luz y entre caídas logré encenderlo para evitar no sé que pues aquello era un caos.

Los 8.8º de magnitud del sismo dejaba a Chile indefenso y aterrado en una noche que jamás olvidaremos.

1 comentario:

  1. no lo viví in situ: Sí, en cambio, me lo narraban con espanto aún, agaqzapado sin querer el olvido, mis buenos amigos chilenos en mi reciente viaje a Chile.

    Comparto una a una todas tus malas magias ante semejante tragedia imparable.

    un abrazo

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